En tiempos tan precarios como estos, uno tiende a adentrarse en su bosque en busca de esas esencias perdidas. Entre la frondosidad, se cultivan olores y colores, que con suma sutileza buscan un recuerdo. En ocasiones, por más que busques, lo vivido no regresa, otras veces, una imagen te lleva de repente a esa infancia ajena a ti sumergiéndote con ella en todo ese universo que acompañó tus primeros años de vida. El olor de los libros de viejo me transporta a esa infancia, a mi padre, él fue el causante de mi pasión por la lectura, pero no solo de libros comunes, fue más allá, me enseñó a buscar tesoros a través de las páginas de los libros de viejo. El lugar donde íbamos en busca del hallazgo maravilloso era El Mercat Dominical de Sant Antoni, no faltábamos ningún domingo, treinta años después, sigo sin faltar ningún domingo. Él no me acompaña porque para él, los recuerdos ya no existen, vive en un planeta ajeno al nuestro llamado olvido. Cuando lo visito cada semana, de vez en cuando, le hablo de los paseos y recorridos que realizo cada domingo por Sant Antoni, eso me lleva a sentirme cerca de él. Mi padre asiente, ausente a ese lugar y al recuerdo.
Ese mercado para mi es esencia, es mezcolanza, es diversidad, es olor a libro, es sentimiento, es infancia con aroma a cromos, es recordar a Terenci, es cine, es tertulia, es pasión…es mucho más que un Mercat Dominical.
En estos últimos meses las noticias de ubicaciones dispares se multiplican, el desconcierto se funde con un halo de incertidumbre, unos dicen que el ayuntamiento les dará un enclave poco adecuado, otros que no existen garantías de que estemos bien protegidos por algún tipo de marquesina, los medios anuncian que ya se han iniciado las negociaciones y que estas prosperan y apuntan a que se ubicaran de nuevo en su lugar de siempre. En fin, que hasta que no se sepa nada definitivo, seguiré disfrutando de la esencia que atesoro, esa que rinde homenaje a las mañanas que mi padre me enseñó a vivir…
Montse Ordóñez
[ Publicat a Facebook el 6-11-2016 ]
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