diumenge, 18 d’agost del 2024

Maruja Torres y Terenci Moix en el Mercat Dominical

 


«... era antes de que yo conociera Amparito Miera, desde aquí la saludo. Ahora nos hemos encontrado en Facebook. Fue mi amiga cuando yo tenía 14 años y éramos lectoras y futuras escritoras, y teníamos unos mamotretos que nos escribíamos, y leíamos como animales, como animales salvajes. Nos sentábamos a discutir lo que leíamos, luego nos escribíamos cartas.

Entonces, aparece también Terenci Moix que se llamaba Ramón que era compañero de ella porque ella trabajaba en la editorial Mateu y me procuraba los libros...  que la editorial Mateu que no era la mejor tenía...

Entonces, Terenci que se llamaba Ramón y yo nos conocemos en una memorable mañana de invierno en que a él se le voló el sombrero tirolés y corrimos persiguiéndolo por el paseo de Gracia y nos fuimos al cine a ver Noches blancas, de Luchino Visconti y luego nos fuimos al mercado de viejo de San Antonio, en Barcelona. En donde estuvimos buscando libros de ocasión, ¿no?

¡Qué bonito! ¡Que con 14 años te pase eso! Que él tenga 15 y que, además, sea una amistad ya para la vida en la que no va a haber amor carnal que pueda joderlo, ¡no!  Es la amistad de dos espíritus, de dos criaturas nacidas, no en el arroyo, pero casi y, desde luego, decididas a volar, ¡decididas a volar! ¡Decididas a darse la mano y volar!»


El Mercat segons l'escriptor José Ángel Cilleruelo

 Avui, del llibre Un mundo de libros, editat per la Universitat de Sevilla recuperem un fragment del capítol dedicat a Barcelona, en el qual el seu autor, l'escriptor José Ángel Cilleruelo ens narrava la seva visió del Mercat del Llibre Dominical de Sant Antoni anterior a la reforma de 2018:


«El lugar más emblemático de venta de libros viejos en Barcelona es, sin duda, el mercado dominical de Sant Antoni. Está situado al final de la ronda del mismo nombre, en el extremo opuesto a la universidad, y ocupa el perímetro cubierto de un mercado municipal, edificio característico de la arquitectura del hierro, de 1882. Todas las mañanas de domingo, en el casi medio kilómetro de extensión que ocupa la manzana hexagonal característica del ensanche, se monta un centenar largo de puestos de venta de libros en todas sus vertientes, desde los volúmenes de anticuario hasta los restos de edición saldados. Espacio que la bibliofilia comparte, desde antiguo, con mercancías afines: revistas, diarios, tebeos, cromos, postales, carteles, calendarios, sellos, billetes, monedas, títulos de viejas acciones, miniaturas (coches, muñecos), pequeños objetos de anticuario... y desde que los tiempos han empezado a modificar los soportes culturales, también se venden discos de vinilo, discos compactos, películas de cine en todos los formatos y últimamente juegos de ordenador.

El nombre de Sant Antoni suele evocar entrañables recuerdos a los barceloneses, pues raro es quien no acudió un domingo por primera vez de la mano de sus padres, a cambiar cromos —costumbre que va con las épocas, y cuando la afición está en alza reúne a cientos de personas trajinando con estampillas— o a buscar una lectura del colegio más barata. El día en el que mi padre me trajo al mercado por primera vez refulge en mi memoria como uno de los más importantes de mi vida. En cuanto me dejaron subir solo al metro, me aficioné a madrugar los domingos y a recorrer los amplios soportales del viejo mercado. La multitud de puestos variopintos y las muchedumbres de hora punta, hacia el mediodía, pueden resultar agobiantes, sin embargo, por eso se recomienda visitarlo temprano. La variedad de libros que se ofrece es capaz de colmar cualquier curiosidad y conviene afrontar el reto con sosiego.

Con un corredor central, los puestos se agrupan en las caras interior y exterior a lo largo de cuatro calles y sendos chaflanes. Para orientarse, se ha de seguir la numeración del mercado, que está inscrita en las vigas de hierro de la parte superior. Es este el único dato —el número— que se puede señalar para guiar al lector hacia los puestos que no debe perderse. Si bien los libros varían de domingo en domingo, los libreros mantienen una firme estabilidad. Algunos han ofrecido sus mercancías durante décadas.

[...]

Estos mercados con hábitos de exposición y venta que proceden de la Edad Media premian en el buscador de libros dos factores que la modernidad ha desterrado del comercio: la paciencia y la suerte.

Antes de abandonar el mercado dominical de Sant Antoni hay que recordar a uno de los mejores narradores que ha tenido la ciudad en el siglo XX, y librero en un puesto de la calle Tamarit durante los cuarenta últimos años de su vida, Antonio Rabinad (1927-2009). De Rabinad tengo recuerdos aun antes de conocerlo. Durante años admiré un Seat 1500, dorado, al que habían quitado los asientos y lo habían entarimado con madera, como si fuera una pista de baile, para transportar libros. Cuando conocí al novelista, supe dos cosas: que el 1500 era suyo, lo que me encantó, y, lo que me gustó menos, que como librero era el que más me irritaba, porque tenía los libros más atractivos... a su precio, siempre demasiado alto para un estudiante. La mitad de las mañanas de domingo de mi vida las he pasado en el puesto de Rabinad. Después de dar la vuelta al mercado y mirar los libros, echaba la mañana del domingo a su lado contemplando compradores: experiencia esta no menos interesante que aquella.»

Mercat Dominical: José Carlos Cataño, Fuensanta García (Llibres de Companyia),
Jesús Aguado y José Ángel Cilleruelo.

Recordeu que podeu participar amb els Amics del Mercat Dominical de Sant Antoni enviant les vostres col·laboracions a: amicsdeldominical@gmail.com

Gràcies per endavant!